Capítulo 33: Sabaku no Gaara



-…”la tierra y el agua que tendrás… en el infierno”.

La batalla estalló en un parpadeo, los aceros se cruzaron cual aberrantes llamas repletas de fulgor, el duque y el soldado se enfrascaron en una calurosa batalla, repleta de ira y demencia.

-¡Kakashi! ¡Kakashi…! – Tsunade, inmersa en pavor aludía a su guardia como un amo entrometiéndose entre perros rabiosos.

Al momento en el que el sable y la espada se encontraron, el resto del sequito Sabaku se abalanzó sobre los habitantes de la estancia, los guardias aturdidos y vigorosos respondieron a esta demanda. No se escuchaban más que los fuertes y precisos choques de espada.

Naruto, a un costado de la reina, se abalanzó hacia ellos repleto de coraje, más la reina en un impulso inconsciente le detuvo.

-¡¿Qué demonios estás pensando?! – regresó entonces la mirada a la batalla que se daba bajo sus pies, buscando inmediatamente una salida, pues eran superados en número e incluso en habilidad. Los soldados de las arenas se las arreglaban a cada segundo para acercarse al pedestal, al cabo de unos minutos la guardia real caería en sus manos, no había duda de ello. El enfrentamiento acorralaba con velocidad a la guardia, solo kakashi y Gaara consumaban su pelea ardientemente, alejados del resto, quienes rodeaban cerradamente el pedestal, no había mayor salida, la guardia real había comenzado a ascender por el pedestal en busca de distancia, pues los ataques enemigos eran increíblemente agresivos, impulsados por una fuerza brutal casi inhumana.

Naruto, comenzó a desesperar, su gente estaba en riesgo, su vida y la vida de su abuela, su única familia. En un descuido, el rubio se  zafó bruscamente del agarre de su abuela, y tomó, ágilmente, una espada que colgaba del cinto de uno de los guardas, que acorralado, yacía a las costillas de Nauto. Al tener la espada en sus manos, haciendo uso de su inaudita agilidad, se filtro entre las espadas de quienes se batían frente a él…

-¡¡Naruto!! – La reina dejó escapar en un angustiante alarido el nombre de su nieto y Kakashi, inmerso en la batalla, fue atraído por dicha exclamación, distracción que casi le cuesta la vida, pues el duque arremetió incompasivo sobre él con su bota en sus entrañas, más justo en el momento en el que le propinaría el golpe final, su sable fue repelido por el golpe de una espada que se hacía rápida en su búsqueda, seguido de un sordo golpe que le impulsó a unos metros y le aturdió cuantiosamente.

-… - Naruto en medio de un despliegue enérgico, fue capaz de repeler el ataque del el duque de las arenas, quien ya repuesto le observaba impactado, pues la gallardía y la potente ira que denunciaban sus azules ojos, vaciarían la sangre de cualquiera.

-¡Deja en paz a mi gente! – el resto del ataque cesó, todos permanecieron expectantes aquel instante, pues la voz de Naruto se erigió con tal demanda, que una negación era cuestionable. Sin embargo, el habilidoso duque dejó volar aquella exclamación y sin premeditación se abalanzo contra el inexperimentado rubio, quien apenas pudo repeler el golpe.

-¡Kakashi! – la reina angustiada ordenó a su ‘mano derecha’, quien reaccionó en un instante, más fue interceptado por un extravagante soldado de baja estatura y delicada complexión.

-Tu no vas a ninguna parte… - Kakashi respondió tan rápido como su habilidad le permitía, más sus ataques fueron repelidos con maestría por abanicos de metálicas incrustaciones que le hacían de espada y escudo al mismo tiempo, la habilidad de aquel soldado de femenina voz era abrumadora, al grado tal que en medio de un ataque fue capaz de arrebatar de las manos de soldado la espada. Más lejos del desconcierto, kakashi se curvó a modo de capullo, para después erguirse portador de espadas cortas que se enlazaban a sus muñecas y apuntaban en dirección de sus dedos, arma con la que arremetía contra la delgada figura de su enemigo. La habilidad que el Hatake poseía con dicha arma era insuperable, su velocidad y manía para controlarla era desconcertante, tan rápida como el sonido, resultaba más factible escuchar el crujir del acero, que verle en acción, el soldado apenas podía esquivar los ataques de Hatake, era tan veloz y tan preciso que le desgarró la holgada ropa en repetidas ocasiones, más en el último golpe el femenil soldado reaccionó de manera inusual, con una habilidad desconocida, haciéndose hacia atrás dando un giro en el aire, alcanzado apenas por el arma, se manifestó en sus claras prendas la roja consecuencia de este último ataque, mismo que le hizo caer rendido al piso.

-¡Mi señora! – el resto del sequito, al contemplar tal suceso, abandonaron la pelea, acudiendo inmediatamente en auxilio a su “señora”, el herido soldado. Acorralando a su paso a kakashi en un enfrentamiento que parecía interminable.

Naruto, a escasa distancia, continuaba su improvisada pelea en contra del más habilidoso espadachín del reino de la arena,  era sin duda una batalla perdida, más el duque, divertido con la torpeza de su enemigo, atacaba esporádicamente, haciéndole retroceder, viéndole tambalearse en todas direcciones, alejándole a cada instante  más y más del centro de la estancia. El coraje y la impotencia abanderaban al rubio, quien no hacía más que cubrirse de los potentes golpes que le hacían tambalear, estaba tan poco acostumbrado al retumbar del acero, más su determinación le mantenía firme, con las manos rojas y sin sangre de tanta fuerza, de tanto pánico disfrazado de agallas débiles e incoherentes.

El duque continuo tan ventajosa danza un par de segundos, los suficientes como para causar pánico y resignación en el rubio príncipe, pues la paciencia del Sabaku agotaba y cada paso aumentaba la fuerza y demencia con la que arremetía en su contra. Una vez que se hubo divertido lo suficiente, cesó el ataque al tiempo que daba un hondo suspiro, para arremeter definitivamente en contra de su enemigo con una potencia brutal, los ataques se tornaron tan rápidos que Naruto apenas si podía repelerlos, cada golpe le tambaleaba y su vista no le apremiaba los suficiente como para verle venir, recibió un ataque frontal con tal fuerza que le azotó contra los muros de la estancia, este sórdido golpe le desencajo del todo, danto tiempo al duque de herirle, ensartando el sable al muro, llevándose la manga del rubio y parte de la carne de su brazo…

-¡Haaa!

Tsunade, impotente, se sintió morir al contemplar a lo lejos a su nieto acribillado, entre la espada y la pared, quejándose de un agudo dolor…

-¡Naruto!

Más, certero, el rubio giró sobre de sí, dando distancia al Sabaku, sosteniendo con fuerza su derecho brazo, que teñido de sangre le imposibilitaba blandir su espada… no pudo evitar recordar aquellas palabras… “Eres débil... torpe…” tenía la extraña manía de recordar a Sasuke en los momentos menos propicios, sus desalentadoras palabras y aquel sentimiento de inferioridad que le inspiraba… cansado, más que resignado, y con el dolor de su brazo pasando al olvido, dejó caer la espada al piso, pues, de cualquier forma, le era difícil sostenerla. El duque, complacido, acepto este gesto como acto de rendición, y se acercó a él, soberbio, a propinarle el tiro de gracia, la última estocada que daría fin a su venganza, pues no lo había pensado hasta entonces, ¿qué podría ser mayor castigo para la reina, que ver morir a su único heredero?, era perfecto, el castigo soñado puesto en sus manos sin mayor preámbulo, dado a él como un regalo suntuoso, que no dudaría en tomar… se irguió frente al príncipe, que mantenía la cabeza gacha, sostuvo delante de él ambos sables, sostenido para su deleite, la quijada del hermoso príncipe, y manipulándole a su antojo, forzándole a mirarle aún antes de morir, Naruto le miró, completamente penitente, mientras Gaara acomodaba el cruce de los sables sobre aquella garganta, un simple impulso bastaría para cortar su cabeza, y dispuesto a separarla del resto de su cuerpo, el duque… aguardó, pues el príncipe, a manera de plegaría brindaba para él, una última petición.

-Deja en paz a mi gente… – esta demanda fue tan débil y llena de coraje que de algún modo le motivo, no visiblemente, más en las entrañas del Sabaku, la ira que le provocaban aquellos ojos le dejo pasmado.

-Su caída es inevitable… – los azules ojos de Naruto atraían a los verdes de Gaara de tal manera que perdió en un segundo el hilo del discurso, inmerso en aquel mar de llanto y suplica, de anhelo insatisfecho, le fue difícil continuar su tarea... más al volver del trance –…No habrá piedad para tu pueblo… – dando por finalizado el discurso, se dispuso a terminar. Más no pudo arremeter ni mover un centímetro sus brazos, las manos de Naruto le sostenían con una fuerza insospechada e insólita, proveniente de un par de cansados y sangrantes brazos. Aquel trance hipnótico había tenido gran consecuencia, no se percató del momento en el que el rubio se ciño a él con tal demencia, y ahora, incapaz de terminarle, se vio sometido bajo la incoherente fuerza de su igual, fuerza con la que aparto los sables de aquella garganta lo suficiente como para desconcertar al duque, y en un parpadeo le golpeó con la frente tan fuertemente que ambas cabezas se abrieron…

[¡Pack!] Los residentes de la estancia detuvieron todo acto…

El duque salió disparado dejando su armamento a merced del piso, restregándose dolorido en el mismo, asombrado por la dureza de su oponente y el dolor que había propinado a su frente, el mundo entero se movió, sus ojos tambaleaban y el dolor era tan intenso que su cuerpo entero yacía debilitado y frágil, más Naruto, exento de dolor y portador de una gran rabia, continuaba erguido y dispuesto, avanzando lentamente hacia su oponente, quién, aterrado, intentaba alejarse cual infante a gatas, débil y sin orgullo.

-¡Gaara-sama! – el sequito del duque abandonó la batalla para asistir a su amo, seguidos por los guardias que exaltados por la fuerza de su señor, habían cobrado ímpetu y agallas.

Naruto avanzó hasta Gaara lentamente, sin retirar de sus ojos el odio y de su andar la galladura digna de su posición, no había, desde la perspectiva de Gaara, amenaza más grande. Su sequito se acercaba presuroso, más no lo suficiente, pues a un paso del duque, el rápido moverse del rubio le hizo cerrar los ojos y al resto de los presentes, congelarse en el acto… pues la visión que presenciaban rebasaba los límites de la realidad; el rubio se había dejando caer de rodillas frente a Gaara, manteniendo ambas palmas pegadas al piso, suplicante, humillándose a un nivel disparatado ante un enemigo.

Gaara, al abrir los ojos, quedó perplejo, pues aquel que le amenazaba y le había propinado el dolor más intenso que hubiese imaginado, se encontraba postrado a sus pies… un acto nunca antes visto de un monarca.

-Lo siento… - ¿Qué era esto? ¿se disculpaba? ¿Por qué? - … en verdad lo siento. No sé qué fue lo que te han hecho, no sé quién, cuando, ni donde, pero por todo el dolor que han causado a ti y a tu pueblo… te pido perdón. – esto no tenía lugar, parecía sacado de un mundo ficticio en donde no existen las reglas, en donde es posible perdonar una guerra y evadir a la muerte, ¿de qué mundo provenía ese muchacho? - … Por favor, perdónales… perdona a mi pueblo… - Gaara no pudo asimilar el movimiento después de eso… Naruto le hacía poseedor del perdón, le miraba como a un ente compasivo y humano, se humillaba, declaraba y pedía por su pueblo, tanto le quería que daría su vida por él… no alcanzaba a comprenderlo, no lo entendía y le frustraba no poder complacerle… era como si en verdad quisiese perdonar.

Naruto se percató de la digna confusión del duque, algo como ello, inconcebible… así que, resignado, se hizo de pie, falseando en el camino, pues el golpe que le propinó al duque comenzaba a mostrar sus secuelas en la rubia cabeza, y una vez completamente erguido, hizo su mano sana a la altura de Gaara, quién aún inmerso en el desconcierto, la tomó. Naruto le jaló y en un segundo le puso de pie, mostrándole esta vez, para agudizar la confusión del pelirrojo, una dulce sonrisa.

Gaara, impresionado, se dejó inundar por la calidez del gesto, misma que le revoloteó en el estomago y le aceleró el corazón. Observaba tan bello rostro engalanado hasta que este se deformó, pues de la sien del rubio comenzó a emanar la roja secuela de sus actos, los azules del monarca se perdieron tras sus parpados y las rodillas le falsearon sin reparo dando paso a una inminente caída… desconcertantemente, todos los presentes de la estancia se alarmaron ante este suceso, reaccionando con una inhalación y un gesto e intención de sostener en su caída al rubio delfín, más solo un par de brazos le acogieron… Gaara prendó al rubio en un calmoso silencio, dejándole perderse en la inconsciencia, incándose al paso de la caída, siguiendo el delgado cuerpo del monarca hasta tenerle entre brazos, convirtiendo sus muslos en lecho y su brazo izquierdo en almohada, permitiéndose así, contemplar por completo, la longitud del rubio, su plácido gesto inconsciente y el ahora teñido de rojo sangre cabello.

-¡Naruto! – la reina, a quién los presentes rápidamente abrieron paso, se aproximo hacia su convaleciente nieto, quien reposaba en brazos del Sabaku, la imagen le congeló instantáneamente, más al recaer en la sangrante herida de Naruto que yacía cobijada bajo las manos de Gaara… - ¡Abran las puertas! – y como si del cielo hubiese caído la orden, tanto soldados como miembros del arenoso sequito, abrieron en un santiamén las puertas - ¡Kakashi!

-¡Señora!

-¡Llevale a su habitación! ¡Trae a Shizune, preparen agua caliente…!

-¡En seguida, alteza! – el soldado se afiló junto al duque, pidiendo, extendiendo sus brazos, le prestase al rubio, el Sabaku dejó resbalar de entre sus brazos la delgada figura, pasándola con suavidad a los del acuclillado hombre, que impaciente le sostuvo y le levantó como si fuese una pluma. Kakashi partió sin más, seguido por el resto de los soldados, incluso Gaara se puso de pie, e imitando a sus hombres se dispuso a marcharse…

-Sabaku no Gaara… - la reina, que mantenía su posición y postura, atrajo al embelesado duque, quien se detuvo al escuchar su nombre y encaró a la mujer en espera de una reprimenda - … quédate… - el resto del sequito aguardo, junto con un par de guardias, que desconcertados, manifestaron su inquietud…

-¿Majestad?

-¡Márchense! – los soldados no pudieron responder ante el mandato.

-¿Mi señor? – el sequito de Sabaku aguardaba igualmente, a la espera de una orden.

-… - Gaara solamente hizo una señal con la mano, una forma de decirles, retírense. Los hombres comprendieron inmediatamente, y sin cuestionar dieron media vuelta, el resto de los guardias reales, tanto los que habían presenciado el ataque, como los que habían permanecido tras las puertas y no se habían marchado haciendo caravana al príncipe, se encontraban indecisos, no querían obedecer aquella demente orden.

-¡Larguense!  - más las exigencias de su soberana se mostraron más severas, amenazadoras, con lo que no les quedó más opción que obedecer. Se retiraron permaneciendo a unos metros de la entrada, mirando desde lo lejos las acciones del duque.

-... - Gaara permaneció callado, con la mirada clavada amenazantemente sobre la reina, tal como lo hubiese hecho minutos atrás, más era contenido por la gratitud que le impregnaba la confianza incoherente que ambos monarcas habían mostrado hasta ahora hacia él.

Tsunade sabía que al brindarle el privilegio de la privacidad, agregaría puntos a la humilde y heroica labor que hasta hace un segundo hubiese realizado su nieto.

-Nada de esto ha valido, ha sido una riña sin sentido desde un principio. – Gaara escuchaba tranquilamente las palabras de la vieja monarca – Sé que estas molesto, y estás en tu derecho, pero atacarnos durante una alianza, solamente empeora las cosas. Esta traición no quedará impune, ¿estás consciente de ello?

-Estoy dispuesto a resarcir mi falta.

-¡…! – Tsunade no esperaba aquella afirmación – Eso me complace. De ser así podremos seguir con lo planeado…

-Ya he enviado a Sasori al territorio akatzuki. Le envié poco antes de la reunión.

-¿Ya conocía el problema?

-Sólo era cuestión de tiempo… - la perspicacia del duque era formidable, tanto como su seguridad y firmeza, sin duda sería un gran regidor de su pueblo, una vez que hubiese madurado y dejado atrás la juventud que le hacía actuar con imprudencia, guiado por la pasión que ciñe a la juventud y les hace dueños del mundo.

-No puedo más que darle la razón y admitir mi admiración hacia su determinación, joven duque, será un honor seguir haciendo tratos con usted…

-No -  a manera de divagación, el pelirrojo dio una negativa inesperada al último de los comentarios de Tsunade, y con voz increíblemente severa, reiteró su negativa – No haré más tratos con usted, de ahora en adelante, solo trataré con su nieto:... Naruto…