Capítulo 7: La promesa que te hice... primera parte



Si partimos mañana temprano, llegaremos en aproximadamente, quince días – Itachi dormitaba sobre el vientre de Deidara, a penas recargándose lo suficiente para no lastimarle, sentía que de presionarle, aunque fuese un poco, lo lesionaría. Llevaban viajando ya, cerca de un mes, el padre de Itachi se había adelantado y llegado a la mansión, antes de lo previsto, no se habían enterado de ello, hasta ese mismo día.

-¿Sucede algo? – Deidara jugaba con los mechones de Itachi, le gustaba acariciar su cabeza, cosa que hacia dormir al Uchiha en un instante, más su preocupación le mantenía despierto.

-No – mentía y a Deidara no le podía mentir.

-¿Temes acaso, en lo que piense de mí? – Deidara no se preocupaba en absoluto por el recibimiento de su suegro, esperaba le aceptara tan gustoso como el resto de la familia.

-No me importa lo que piense de ti… - Itachi levantó el rostro para mirarle – es solo que… - volvió a bajar la mirada – olvídalo. – se recostó nuevamente sobre su amante.

-Todo saldrá bien, ya lo veras. – Deidara persistía optimista.

-Lo mismo pensé para con tu familia…

-Te dije que no lo aceptarían – la reunión con la familia de Deidara, resultó ser toda una catástrofe, desde su llegada hasta su partida, les miraron malcarados, cuando Deidara presentó a Itachi como su futuro, su padre, un hombre viejo y calvo de ojos tan azules como los de su hijo, explotó furioso, diciéndole << ¿Cómo te atreves a traer tu vergüenza hasta aquí? No conforme con arruinar a tu familia, vas y divulgas tu indecencia como si estuvieras orgulloso, ¡Cínico! ¡Jamás tendrás mi aprobación, para un acto tan descabellado! Enlazarte con una familia de prestigio ¡Válgame Dios! Pero que incongruencia… >> Itachi no soportó tanta brutalidad, estuvo a punto de lanzarse contra su suegro, pero Deidara le detuvo con una sola mirada y en su lugar, salieron huyendo.

-¿Cómo pueden avergonzarse tanto de ti? Si eres increíble.

-No puedes esperar más, para alguien como yo. – en esa época, los donceles eran lo más bajo en la escala social, valían incluso menos que los esclavos. Su belleza y encanto natural hacia que las mujeres los odiaran, los bares y prostíbulos, llevaban por delante, a todo doncel que pudiesen conseguir. Atraían a los hombres como imanes o anímales desvalidos a fieras hambrientas. Lo peor de todo, era que los hombres les culpaban de su delirio, sentenciaban su seducción innata, como la causante de horribles actos de violencia, ser violado, para un doncel, era cosa de todos los días. Itachi, cargaba junto con Deidara, esa cruda realidad.
     


Se conocieron durante la guerra. El batallón “Anbu” se asentó en el centro de occidente, era un campamento, considerablemente grande, llevaban cerca de cincuenta enfrentamientos vencedores, el ego de las tropas, así como la lealtad profesada hacia su capita (Itachi Uchiha), llegaban a escalas formidables, más allá de lo concebible en el mundo de la infantería.

En uno de los cateos realizados por los Anbu, la tropa atrajó a su campamento a casi setenta personas, entre mujeres, jóvenes y escasos hombres, entre ellos, a Deidara. Los soldados estaban complacidos con su belleza, le miraban relamidos y hambrientos, su encanto era inaudito, incomprensible y sugestivo, desconocían las razones por las que un muchachillo atraía tanto a su éxtasis.

-¡Yo quiero al muchacho rubio! – los soldados disputaban por él. Mientras, Deidara, callado y compungido, maldecía su suerte.

-¡¿De qué estas hablando?! ¡Ese muchacho será mío! – los soldados continuaron discutiendo, Deidara rezaba, no le tocaran y le poseyeran todos, pues para donde iban las cosas, parecía llegarían a un acuerdo.

-Esperen… - un soldado le miro lascivo – ¡démoselo al capitán! – el séquito entero se mostró decepcionado, pero a la vez, una maliciosa sonrisa se formulaba en sus rostros. Deidara no hizo más que pensar, que no podría ser peor << Genial, ahora resulta que terminaré en manos de el peor de todos >>. Los infantes le tomaron con brusquedad, casi arrastrándolo hasta la carpa del capitán, la más grande del campamento. Le arrojarón con toscamente - ¡Más te vale no intentar escapar, o morirás enseguida, preciosura! pórtate bien… - el soldado le guiño perverso y cerro la carpa a su salida.

Itachi no estaba en el campamento, había salido a recorrer los alrededores como buen vigía, dando tiempo a Deidara de inspeccionar la carpa y buscar alguna forma de escapar.

-¡Maldición! No hay forma de salir, tendré que esperar… pero – la idea de ser sometido sexualmente le aterraba, no era un niño, ni una mujer y estaba acostumbrado a la idea de su condición, más ser mancillado le estremecía. Debido a su posición, había mantenido intacta su inocencia, la defendía como león enjaulado y ahora maldecía la posibilidad de perderla ante un corsario. Se sentó en una esquina de la carpa con sus manos cubriendo su rostro, estaba horrorizado, los soldados le vigilaban cómplices, parecía ansiaban escuchar sus suplicas o gritos al ser ultrajado, tanto, que se mantenían a escasa distancia de la carpa.

Itachi llegó al fin, alegrando a la infantería y estremeciendo al muchacho dentro de la carpa, tan solo de escuchar su mención.

-¡Señor! – el soldado que custodiaba la entrada le recibió animoso - ¡capitán Uchiha! Le hemos traído un presente – abrió la carpa a sus espaldas, mostrando su contenido a Itachi, quien miro al inconsolable muchacho con suma indiferencia, se adentro en la carpa – diviértase, señor – el soldado volvió a cerrar.

Itachi comenzó quitándose las hombreras y las votas de su vestimenta militar, colocaba sus cosas con calma sobre una silla. Dentro de la carpa, tenía todo lo necesario, agua, comida, un tapete y una pila de paja cubierta con pieles y mantas donde dormía. Terminó quitando su espada, su cuchillo, y un sinfín de herramientas de guerra y colocándolas sobre la silla. Una vez más ligero (solo con pantalón y camisa) se acerco al muchacho.

Deidara le miraba enfadado, su expresión no podía representar mayor odio y desagrado. Itachi sostuvó su mentón y le acorraló con su cuerpo, robándole, lo que fue su primer beso. Deidara no pudo ignorar el vagido en su corazón, pues se remordía en su pecho danzante e incontrolable. Se apoderaron de él las ganas de llorar, pero no se permitió mostrarse vulnerable. Cerró sus piernas inconscientemente con gran fuerza, al igual que sus ojos. Itachi le alzó de un jalón, poniéndolo de pie, le empujó hacia la cama, y este callo extrañado sobre ella. Deidara era muy hermoso y expresivo, a Itachi le apetecía cuantioso al verle completamente, con sus cabellos doraros esparcidos sobre las mantas y con sus ojos abiertos e incrédulo, agradeció el presente sin mayor mímica.

La sangre de Deidara se heló como bajo el hielo, sintió agujas penetrar en su pecho y un estrepitoso espasmo recorrer su piel, al ver la mirada de su verdugo: roja y destellante como el ocaso, la mirada fría e hiriente de un asesino errante. Tenía que escapar, ese tipo le aterraba, no podía permitirse ser profanado por tan impúdico sujeto, deshonesto, abominable, verdugo de inocentes, asesino de niños y mujeres; su violador.

En un acto desesperado, atrajó hacia si los hombros de Itachi, este se inclino sobre él para besarle, más en su lugar recibió un agudo dolor proveniente de su hombría. Deidara le lanzo hacia atrás con toda su fuerza, se escucho el seco caer de Uchiha en el tapete, Deidara trató de salir corriendo de la carpa, más Itachi le sostuvo de un tobillo haciéndole caer justo donde la silla, el ruido esta vez fue tan estridente que los soldados se acercaron a la carpa preocupados, a punto de preguntar, pero no querían interrumpir, así que esperaron a que algo más pasara.

-No ha sido esta la mejor de tus ideas – Itachi se posicionó rápidamente sobre Deidara, le acorralo en el suelo dejándole indefenso, el Uchiha estaba realmente molesto, nunca nadie le trató tan a la ligera, era obvio que el muchacho no sabia quien era.

Sostuvo demandante las caderas del rubio y lo halo hacia si, en medio del jalón, Deidara buscaba desesperado con su brazo libre (el izquierdo) algo con que defenderse. Itachi se posiciono entre las piernas del rubio, este pudo sentir la dureza de la hombría del corsario, se revolvió su estomago del asco e injurió escupiéndole directo al rostro.

-¡Maldito monstruo! – la sonrisa delirante de Deidara, mostraba claramente su desesperación. Itachi limpió su rostro con el dorso de su mano y más furioso aún, arremetió fuertemente contra las caderas del rubio, lastimándole y obteniendo como premio un grito ahogado. Itachi metió las manos bajo las prendas del muchacho, llegando a su intimidad y justamente en ese momento, Deidara colocó sobre su propia garganta el cuchillo que halló bajo la silla. Itachi mostró, por primera vez hasta ahora, un gesto en su rostro, se hallaba incrédulo, no podía entender al muchacho, ¿Por qué amenazaba con su propia vida como rehén? La razón era sencilla. Deidara había repasado ya todas sus posibilidades, amenazar de muerte a un soldado experto no parecía la mejor de las ideas, si le mataba, el resto de la milicia se encargaría de hacerle sufrir hasta perecer, si lo atacaba y fallaba en su intento, le mancillaría con peor brusquedad y con seguridad le mataría, solo quedaba una alternativa, ser violado o morir dócilmente y con dignidad.

-¿Crees que es sensato muchacho? ¿Tentar a un militar con tu propia vida?

-No es mi intención salvarme – Deidara se mofó burlón de Itachi, este nunca había visto en su vida tal determinación por defender algo tan insignificante como su castidad. Cientos de mujeres se habrían entregado dolidas antes de afrontarse a perder la vida.

Itachi prosiguió con una sonrisa de oreja o oreja, la determinación del muchacho le excitaba, recorrió con sus manos las piernas y el dorso, mirando divertido al joven, que parecía mas asustado que antes, comenzaba a respirar agitado, de su boca escapaban pequeños gemidos de desesperación y sus ojos lagrimaban, presionaba su mandíbula lo más que podía, al igual que sostenía el mango del arma. Deidara intentaba no dudar ante su decisión, a cada momento arrebatarse la vida se le hacia más difícil, más insufrible, morir, no quería morir. Las lágrimas brotaban solas de sus ojos, se arrancaría la vida y ya lo había decidido.

Itachi se irguió sobre él, para poder desnudarlo y justamente cuando tomo los pantalones del joven, fue interrumpido.

-¡Aaaaaaa! – Deidara clavó el filo levemente en su garganta, sus ojos cerrados a presión apenas podían expresar el dolor de su alma. Itachi detuvo todo movimiento apresurándose a arrebatarle el arma con fuerza, el cuchillo salio volando y se encajo en uno de los muros de la carpa, Deidara abrió los ojos debido a la conmoción. De su cuello emanaba sangre con bastante fluidez, su herida era realmente escandalosa, el rojo se hizo del tapete y de los cabellos del muchacho. Deidara llevó su mano a su cuello, estaba arrepentido, no había podido matarse, había perdido su única salida, era un cobarde que ahora se restregaba dolorido en el suelo, cubierto de sangre, ahogándose entre lagrimas – Aaaaa… jm – sus quejidos no eran de dolor, la herida no era grabe, sino más bien, le dolía su destino.

Itachi le soltó, se puso de pie y por unos momentos trato de ignorarle, su llanto le indignaba, no podía dejar de escucharlo. Tomo un pedazo de su manga, lo humedeció en una bandeja, lo llevó hasta el joven a quien aló del hombro y le colocó el remache en la herida.

-Sostenlo con fuerza, detendrá la hemorragia – Deidara obedeció, se quedo sentado, mirando fijo y convaleciente a Itachi, apenas recuperaba su respiración habitual tras el llanto, este mostraba sus secuelas, los ojos rojizos del rubio y su cara hinchada y colorada de tanto agonizar.

Itachi se sentó en la paja frente al muchacho, su rostro era inexpresivo, más Deidara advertía en sus gestos la culpa, no sabía si alucinaba o si Itachi realmente se sentía culpable, pero podía penetrar en sus ojos (ahora negros) y ver en estos, sincera culpabilidad.